Crecí en una isla pequeña en la que el tiempo se mide de otra manera: he crecido amando la luz y su reflejo sobre el mar, observando el cielo estrellado, el juego de un fuego o los tonos del bosque. Nos divertíamos con piedras, palos, conchas de mar y bolitas de plástico de mil colores que arrastraban las olas.

Mi pasión era la danza clásica y todo aquello que fuera creativo. Pasaba horas pintando y creando con plastilina, con masa de pan o con cualquier otro material que encontrase a mi alrededor.

Cuando fue momento de formarme profesionalmente, estudié Derecho y Empresariales, pero no dejé nunca de pintar y de modelar con plastilina; ha sido mi manera de buscar ese espacio de paz en el que todo a mi alrededor desaparece para abrir paso a un mundo interior desde el cual expresarme.

Siempre fui autodidacta en lo que al arte se refiere. Sin embargo, mi personalidad inquieta hizo que buscara la forma de suplir la falta de técnica indagando, aprendiendo con distintos materiales y herramientas que luego fui implementando en mis obras.

La escultura me ayudó a expresar la ternura y a aprender a controlar los volúmenes; la pintura me mostró el poder de las luces y las sombras, de los relieves que se pueden crear desde un plano. La ilustración infantil me aportó un mundo infinito de posibilidades a la hora de usar los colores, de combinarlos, de expresar sensaciones con ellos para que lleguen a los corazones de grandes y pequeños.

Así fue como, durante todos estos años, fui estudiando y creando mi propio método, mi propia técnica para trabajar la plastilina.

Mi madre, cómo buena bióloga, me enseñó a amar y respetar la naturaleza, a observar los pequeños detalles de todo aquello que nos rodea, a ser feliz con la sensación que produce el olor a jazmín mientras el calor del sol te acaricia en invierno. Con mi padre, compartí momentos creativos en los que los dos jugábamos juntos a construir lego, barquitos de caña, norias, a hacer flores de masa de pan. Ambos me enseñaron a disfrutar de los pequeños placeres de la vida.

Y la plastilina me enseña que todos llevamos un artista dentro.

Por eso, me gusta compartir mis obras y mi manera de hacer -porque son algo muy íntimo, que sale del corazón- y me conecta con mi propia creatividad. Es uno de los pequeños grandes placeres de la vida, es una forma de contar cosas sin tener que decir una palabra, es una manera de amar la vida.

Espero que disfrutes explorando mi obra tanto como yo disfruto creándola. Si tienes alguna pregunta o simplemente quieres decir hola, no dudes en ponerte en contacto conmigo.

 

Inma.